Una vez más no pudimos llegar a un acuerdo. Ahora no hay vuelta atrás: La guerra ha estallado. Somos conscientes de que no la tendremos fácil, es más, quizás no ganemos. Ellos son fuertes guerreros, nosotros no. Nosotros preferimos la música, la pintura, la literatura… ¡Nunca las armas! Solo las usamos cuando debemos defendernos, no como ellos que las usan para su entretenimiento. Puedes creer que matan animales, no por necesidad sino por diversión. No sienten respeto por la naturaleza. Ellos creen que el mundo está creado para el hombre, nosotros al revés, creemos que el hombre está creado para el mundo. Por eso preferimos la agricultura, en vez de la caza. Por eso creemos en el espíritu de las cosas, en lugar de dioses. Si uno cree en seres omniscientes, omnipotentes y omnipresentes, siempre habrá alguien que proclame ser el medio o, peor aún, la voz dios. De ejemplo tenemos a su rey, quien dice haber sido elegido, por los mismos dioses, para gobernar sobre todos y comete crímenes disfrazados de voluntad divina. Por eso nosotros no tenemos rey, eliminamos las monarquías hace mucho, tenemos un grupo de ancianos gobernantes elegidos por el pueblo, que están lejos de ser perfectos, pero al menos pueden ser juzgados por su accionar.
Estamos perdiendo. Calculamos que a esta hora ya tenemos doscientas bajas, ellos, a lo mucho, veinte. La razón de esta aplastante masacre es la habilidad de sus guerreros. Su destreza sanguinaria me resulta irónica, ya que ellos dicen rendirle culto a la vida. Ellos creen que mientras uno esté con vida debe gozar de todo lo que tiene. En cambio, nosotros vivimos pensando en la muerte, no con el miedo de perecer ante ella, sino intentando hacer el máximo esfuerzo para que cuando nos llegué la hora podamos mirar a la muerte con dignidad.
Sus soldados regresan con la frente en alto, los nuestros con la cabeza gacha. Los suyos traen botines, los nuestros huesos rotos. Ellos organizan fiestas y banquetes, nosotros curamos heridas y enterramos muertos. En la sobre mesa, ellos cuentan historias de victoria, nosotros reflexionamos sobre la derrota.
Ellos son superiores en batalla, lo aceptamos. Pero en una guerra, la estrategia también es una pieza clave; así hemos conseguido capturar su ciudad fronteriza. Sin duda, ellos tienen a los mejores obreros y artesanos, prueba de ello es la arquitectura de esta ciudad, la nuestra queda en ridículo ante sus magníficos monumentos. Si bien la construcción no es nuestro fuerte, de lo que sí estamos orgullosos es de nuestras bibliotecas y academias, lugares que ellos no consideran importantes.
Los días y meses avanzan y la guerra no se detiene. Ellos queman nuestros bosques, nosotros destruimos sus armerías. Ellos devastan nuestras ciudades, nosotros capturamos las suyas. Ellos asesinan a nuestros soldados indefensos, nosotros preferimos hacerlos prisioneros. Ellos arruinan nuestros cultivos, nuestra gente se muere de hambre. Nosotros envenenamos su fuente de agua, su gente se muere intoxicada. Ellos matan y capturan a nuestras mujeres, nosotros acabamos con sus niños. Ellos derraman nuestra sangre, nosotros la suya. Ellos estallan en furia, nosotros en llanto; pero es muy tarde…
La guerra es encarnizada, ningún bando retrocede. Si bien la guerra aún no termina, ambos ya hemos perdido. Qué estúpidos fuimos al pensar que estábamos en bandos diferentes, supongo que era inevitable. Después de todo, ellos y nosotros solo somos hombres.