Habían pasado 52 años y Noelia Gálvez aún lo recordaba. Tenía un esposo, dos hijos, una nieta y aún lo recordaba. No había día que no pensara en él. Aunque sea por unos breves segundos, Javier lograba colarse en su cabeza.
Javier había sido el gran amor de su vida. Ella lo sabía. A veces, Noelia se encerraba en el baño y lloraba en silencio. A su edad sus memorias iban desapareciendo a tal punto que ya no recordaba su fiesta de quince años, ni su fiesta de graduación. Noelia temía que Javier también desapareciera.
Desde el día que Noelia terminó con Javier no volvió a saber de él. En ese entonces pensó que fue lo mejor. De hecho, por esa razón le pidió a Mauro, su actual esposo, que se muden de ciudad, irónicamente, para sacarlo de su cabeza.
-Susi, necesito tu ayuda -le dijo Noelia a su nieta.
-Dime, abue. ¿Qué pasó? -respondió la niña.
-Verás… quiero buscar a un pariente por internet. Yo no sé de esas cosas ayúdame, porfi.
-Claro, abue. ¿Cuál es el nombre? -dijo su nieta sacando su celular del bolsillo.
-Javier Pérez López -dijo con temor-. Una cosita más, no le vayas a decir a nadie, en especial al abuelo, porque este familiar no le caía nada bien.
Susi le dijo a su abuela que no encontraba al tipo en ninguna red social, pero que sí encontró un negocio de fotografía, en la ciudad de San Martín, con el nombre que le dio. Debe ser él, pensó Noelia. «¿Tiene algún número, hija?». «Sí deja te lo anoto», dijo la niña.
Con el papelito del número en mano, estuvo un buen tiempo al lado del teléfono. No se atrevía a hacer la llamada. Pensaba en qué le diría si contesta. «Quizá sigue molesto por lo que le hice… Le diré que lo siento, que fui una tonta… ¡No!, le diré que solo llamo para saber cómo está… pero qué sucede si no quiere saber nada de mí. Debe estar casado, tener hijos y nietos, al igual que yo. Por otro lado, él prometió que nunca dejaría de amarme y yo sé que él es un hombre que mantiene su palabra», pensó Noelia.
Por fin Noelia marcó el número cuando su esposo se apareció. «Vieja, a quién vas a llamar», preguntó su esposo. Con la cara roja, ella respondió que a Jhonatan, su hijo. «Y por qué esa cara», interrogó el marido. Ella no supo qué decir. Se quedó callada, pero al marido no le importó y siguió con su camino. Una vez sola, Noelia se sintió mal, se sentía una pésima esposa, abuela y madre. Fue al baño y se encerró de nuevo.
«¿Abuela, estás llorando de nuevo?», dijo Susi mientras tocaba la puerta. «¿Te hizo algo el abuelo?» Noelia se secó las lágrimas y salió del baño. «No, corazón nada» dijo la abuela mientras abrazaba a Susi. «¿Es por Javier? Era un exnovio, ¿verdad?», le dijo su nieta. La abuela le dijo la verdad, pero le pidió que guardara el secreto. «Deberías llamarlo, no pierdes nada intentando. Dale, yo marcó por ti». Agarradas de la mano, abuela y nieta fueron a la sala. Susi cogió el teléfono y marcó, luego le dio el auricular a su abuela. Noelia esperaba que alguien conteste cuando al fin se escuchó una voz, tan diferente a la que recordaba, tan gruesa, tan vieja.
-Mucho gusto, tienda fotográfica Javier Pérez López. En qué la puedo ayudar.
-¿Es usted Javier? -tartamudeó Noelia.
-Sí, con quién tengo el gusto -dijo Javier.
Acto seguido, Noelia colgó el teléfono.
«¿Qué pasó abuela por qué colgaste?», preguntó la niña. Noelia suspiró y, con una sonrisa en el rostro, dijo: «Ahora sé lo más importante… aún está vivo».