Reseña del cuento Guayoyo, por Carmen Concha Nolte

SENTIDOS Y ENUNCIADOS EROS en «Guayoyo», Ventanas panorámicas, Luis M. Pimentel (Venezuela)

Ubicamos a Luis M. Pimentel (1979) dentro de la primera hornada de narradores del presente siglo. A la fecha tiene una novela, Triángulos Alterados(2015) y poemarios. Con el libro poético Esquina de la mesa hechizada (2015) ganó la I Bienal Nacional de Literatura Rafael Zárraga, Venezuela. Me ocuparé de uno de los cuentos de su reciente obra, Ventanas panorámicas, 2021.

Ventanas panorámicas contiene siete ventanas: Etérea, Eros, Ciudad, Hierro, Galáctica, Perros y Ciudad guerra. Ileana Arteaga deslindó palabras reflexivas sobre la obra, «que una ventana no sea más un objeto inerte -el marco donde nos detenemos a contemplar sin participar, y se transforme -ojalá- en el dispositivo para escapar a la realidad literaria […] ventanas que lejos de fronteras, son unidad alejada de lo gastado». Oportuno e inquietante entrecomillado.

Empecé la lectura. Un momento. ¡Qué prosa tan cuidada y brillante! Me apropié de la «Ventana Eros». De entrada, aparece «Guayoyo». Me despojé de la mirada de lector de «a pie» y caí bajo el halo del aroma del café, su residuo laminado en el interior de la taza -borra-, las coordenadas de gustos y el saber del protagonista por encima de cualquier vaticinio que la «borra» -difusa en la taza- decidió ocultar. En adición, el verbo encontrar y la presencia glamurosa de los cinco sentidos.

En cuanto al argumento, el protagonista se envuelve en la trama a través del objeto taza, que representa la ausencia de lo amado. En ese trayecto, se monta la privación mediante asociaciones, objetos reveladores, lugares comunes, valiéndose de los cinco sentidos para remarcar la cotidianidad dentro de la “no presencia”. Para ello, se recurre a elementos volátiles como calor, silbidos, perfume, revelaciones, expansión mágica, miradas, cuadros, una película, comida invisible y recuerdos.

Guayoyo es el café claro que más parece un arte culinario, dado que es infaltable en cocinas y reuniones. En Venezuela, país de Pimentel, nadie desprecia una tacita de café. En el relato, la taza representa un motivo para tejer una historia significativa, aunque, en el fondo, pondere una pérdida alimentada emocionalmente. La taza trabaja como aliado para proyectar impulsos humanos de placer o eros, delicias mesuradas y trascendentes. Por añadidura, este placer se percibe como obra de arte o ventana por la que se vislumbra al protagonista encuadrando su privación.

Al principio, sobresale el verbo “saber” para demarcar sucesos. Entramos al relato con el enunciado: «Sabía que la taza [..] sitio donde la habías dejado». Da a conocer los deseos del objeto amado en «tenías ganas de muchas cosas». Para luego, enunciar «Sabía que dentro de ti estaban … deseos que no descubrí en la borra». Posteriormente menciona «supe que […] el café fue lo que más te gustó», y pondera la destreza del habla en «te convertiste en una exitosa estrella» sin desprenderse de la taza de café en un escenario. El protagonista sabía las preferencias del objeto querido. Advertimos que sus recuerdos superan a la «borra» que intentaba decir algo. En todo el texto, el café se expande, llegando a compararlo con unas litografías.

Otro verbo considerable es «encontrar». El protagonista descubre/intenta ver a la amada como apreciamos en «yo te encontraba en la sobremesa […] cuando sonaba la cafetera eléctrica», momento memorable de la historia; también, «te encontraba cuando iba a la panadería […] en la parte más caliente del local». Apreciemos la taza sobre la mesa y el establecimiento evocan “calor”.

En cuanto a los sentidos, ellos se enfatizan como un arma poderosa en Guayoyo. Vemos al protagonista tocando la taza en el enunciado «la iba a lavar» y aludiendo a la muchacha en lo siguiente «no soltabas la taza en el escenario». Después, advierte figuras en «Miraba tu fotografía en el portarretrato» o «las veía, pero no podía leerlas», y ve cuadros. Luego, enfatiza el gusto del propio café en granos «quería que al tomarlos sintieras el campo», y particularmente en «buena experiencia a mi paladar». En cuanto al olfato, oler «la gloria del aroma» y el «perfume que siempre andaba contigo». El sentido del oír profuso en «el silbido de la máquina» en la panadería. En definitiva, el cuento Guayoyo es tan potente que superó la textualidad de su ventana para recordarme el poema «La segunda tacita de café» (Julio Miranda) en otro contexto, obviamente. También me asaltaron las palabras de Ginés Cutillas (La vida en falso, 2022), «lo último que se olvida de una persona es su olor, la mirada del alma, lo llaman».

En lo que concierne a los enunciados llenos de eros o placer, tenemos primero «nos reconstruíamos en el sofá» pues juntos veían la tele. Segundo, «Tus labios […] buena experiencia a mi paladar» para marcar sutileza en el sabor y/o gusto por la amada mediante el café con aroma, borra y recuerdos. Tercero, «Las ansias de nuestros abrazos» como resultante de haber molido los granos frescos para que sintiera el campo y conectar el amor (abrazos) cálido, ardiente, dispuesto a entregarse. Cuarto, «perfume … andaba… Ese olor me desmembraba», y recuerda al protagonista de la película El perfume, como esencia asociada al aroma cafetero; además, advertimos que el “desmembramiento” es disgregado, despedazado en los lugares y cosas evocadas. Y, por último, ese final impactante de succión en el enunciado «para beberte entre sorbos», de donde deducimos: acción lenta de extender los recuerdos poco a poco, en intervalos ligeros, uniendo en esa succión demorada la prolongación del recuerdo y todos los sentidos hermanados: oler café, gustar residuos de guayoyo en el paladar, ver la taza después de haber oído los silbidos de la cafetera, para finalmente tocar la taza.

Los signos e imágenes que nos regala el texto conmueven, despiertan; nos mantienen en vilo con sutileza a través de una ventana, lumbrera o mirador, recorriendo emociones y sentidos en momentos en los que la sensibilidad prodiga sombras amadas. En este cuento, cada palabra significa demasiado, a pesar de que el protagonista no dice todo para que cada lector amplíe su ventana, o encuentre su «historia B» como señala Ricardo Piglia. Animo a lectores a sumergirse en la voz y ritmo, entre la brevedad y lo trascendente de los cuentos de Pimentel, para reconocer todos los sentidos posibles en mundos evanescentes como el café, borra, humo, silbidos y aromas que se cuelan mediante una ventana amplísima como es «Guayoyo», en Ventanas panorámicas.

Bibliografía

Cutillas, Ginés La vida en falso, Editorial Tres Hermanas, 2022

Liendo Alejandro Diccionario Venezolano en https://diccionariovenezolano.com

<strong>Carmen Concha Nolte</strong>
Carmen Concha Nolte

Lingüista, UNMSM, Lima. Maestría en Literatura Peruana. Analiza, comenta y reseña textos. Participa en talleres como hormiga. Agradece a quienes la publican en España, Francia, Estados Unidos, Bolivia, Chile (Brevilla), Colombia, Méjico, Perú. Aparece en antologías de poesía, microrrelato y en revistas como Alma Mater (1998), Kametsa, Las Críticas, Crear en Salamanca, Inmediaciones.org (sección Etcétera). Encuéntrala en Google y RRSS. Vive 21 años en el estado de Washington, USA.

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